Entre las diversas maneras de leer, de entender y comprender a través de la literatura, hay una muy natural, la afinidad electiva: la elección de un escritor por encima de otros porque resulta una prolongación del lector. Es igual que sea mejor o peor acorde al canon de un momento determinado, o si practica un arte u otro de la escritura (poesía, narrativa, filosofía o ensayo), o si de él nos separan siglos o es contemporáneo nuestro.
Algo de esto ha rezumado en la conferencia que María José Muñoz Peirats ha dado en el palau de Forcalló titulada El legado de Rosa Chacel: literatura, feminismo y vanguardias. En ella ha repasado de manera precisa e incisiva la biografía de la escritora de Valladolid desde su formación en los años de juventud en Madrid, cuando empezó a formular un pensamiento sobre la cuestión femenina y publicó las primeras obras literarias.
El mundo español que había contemplado se le rompió por la guerra de 1936-39. Tuvo que exiliarse antes de cumplir los 40 años y, en parte, esto marcó toda su posterior labor literaria. Pero no se cerró en ninguna nostalgia. Su experiencia artística la fue enriqueciendo con un conocimiento de primera mano de las vanguardias, por las que había estado profundamente interesada desde el principio.
En la poesía, en los libros de memorias, en las novelas, se ve el espíritu de rebeldía de Rosa Chacel, curiosidad por cualquier elaboración artística, una idea de la historia y también lucidez sobre la condición humana. No podemos pensar que nada de todo esto sea ajeno ni a la personalidad ni a la obra de María José Muñoz Peirats, que nos ha acercado de manera brillante y emotiva a una obra y a una autora, poco conocida aún, de las letras castellanas.